Para los indígenas mexicanos, el maíz es un signo de su
raza, la que los identifica y lo que los define como unidad étnica. En otras
palabras, el maíz es sagrado. Esta creencia, al menos en el mundo descendiente
del maya, procede del Popul Wuj, también conocido como Las Antiguas Historias del Quiché, el libro sagrado de los indios
Quichés que habitaban en la zona de Guatemala.
El Popul Wuj es un libro que recopila leyendas del pueblo
Ketchi o Quiché, uno de los pueblos Mayas que vivían al sur de lo que hoy
llamamos Guatemala. En este libro, vemos como los mayas trataban de explicar el
origen del mundo y los fenómenos de la naturaleza.
El Popul Wuj fue transliterado a caracteres españoles,
aunque se mantuvo en lengua ketchí, a mediados del siglo XVI y no fue hasta 200
años más tarde que fue traducido por el sacerdote e historiador sevillano Fray
Francisco Ximénez.
Nos dice el Popol Wuj que primero todo era silencio,
había mucha calma. No había nada que estuviera en pie en toda la faz de la
tierra, solo existía el mar en reposo y un cielo apasible. Todo era oscuro,
solo Tepeu y Gucumatz, los progenitores, estaban en el agua rodeados de
claridad. Ellos son los que disponen de
la creación de los árboles, bejucos, nacimiento de la vida y del hombre. Se formó el corazón del cielo.
Por medio de la palabra hicieron que emergiera la tierra,
el día y la noche, las montañas y valles, y las corrientes de agua y arroyos.
Luego crearon los animales que fueron hechos para cuidar
los bejucos, los árboles y las plantas.
Y se fueron a vivir al cielo, al mar y a la tierra.
Luego los creadores o progenitores les dijeron que
hablaran a los animales para alabarlos, pero los animales no hablaban, solo
emitían graznidos, chillaban o cacareaban.
Ante este fracaso, se dijeron que tenían que crear antes
del amanecer algún ser que los venerara, por lo tanto quisieron hacer al
hombre. Pero también tuvieron varios
intentos.
Primero intentaron hacer al hombre de barro, que fue
frágil, no se podía sostener, no podía andar ni multiplicarse, se quemaba con
el fuego, se enfurecía con el sol y se deshacía con las lluvias y los dioses se
deshicieron de ellos.
Luego trataron con madera, lo cual fue un gran avance, ya
que hablaban y se multiplicaban, pero no tenían memoria, por lo que no se
acordaban de su creador, no tenían entendimiento, caminaban sin rumbo y andaban
a gatas. Estos fueron los primeros que
habitaron la faz de la tierra, pero con el diluvio creado por el corazón de cielo,
estos murieron. Los sobrevivientes del
Diluvio Universal fueron condenados a otro fin, fueron degradados a otra forma
de vida más primitiva, fueron convertidos en monos.
Fueron los animales quienes llevaron entonces a los
dioses lo que estaban buscando, la materia de la que nacería un ser capaz de
venerarlos por el resto de sus días, un ser capaz de aceptar el don de la
palabra. La sustancia que las ratas
llevaron ante los dioses era la mazorca del maíz, que encontraron en lo que
sería el valle de México. Los dioses
crearon entonces del maíz al primer hombre y a la primera mujer. Ellos hablaron, vieron, amaron, supieron,
fueron dotados de sabiduría, alma, sustancia.
Los dioses por fin consiguieron lo que siempre habían querido. Por fin eran adorados, los hombres les hacían
alabanzas en su honor. Es por eso que
somos conocidos los mexicanos como los hombres de maíz.
Si bien hay otras historias de creación (no podemos ni
debemos atribuir el mito maya a todas las culturas), una de las más conocida es
esta historia maya. Dicho esto, muchas culturas tienen su propio mito de creación
a partir del maíz, como son los mexicas, que también tenían la idea de que el
maíz forjó nuestra carne.
La mayoría de la comida prehispánica proviene del
maíz. Ya con la llegada de los españoles
se incorporaron a la dieta infinidad de ingredientes pero siempre predominó el
maíz.
Hoy en día la mayoría de los antojitos de casi toda América Latina es a base del
maíz.
El antojito que comimos hoy en nuestro desayuno familiar
es el huarache, que son unas tortillas alargadas, untadas de frijol, cualquier
guiso, lechuga, queso y salsa.
El guiso que le podemos poner es tan variado como uno se
lo puede imaginar como pueden ser huevos fritos o revueltos, chorizo, cualquier
guiso de carne, carne asada, chicharrón, o lo que uno quiera.
Huaraches de: chorizo vegetariano (derecha superior), cerdo guisado (izquierda superior), huevo revuelto (derecha inferior), huevo estrellado (izquierda inferior). |
Huaraches
12 huaraches (tortillas alargadas)
2 tazas de frijoles licuados
1 taza de salsa
1 lechuga en tiras desinfectada
200 gr de queso rallado
El guiso que uno quiera en cantidad suficiente
Fría las tortillas en aceite caliente, embarre de
frijoles. Ponga el guiso que prefiera,
salsa, lechuga y el queso rallado.
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