En la antigüedad, para conservar durante más tiempo la
comida se usaron distintas técnicas en los distintos tipos de alimentos. Así es
como la carne se salaba o se secaba al sol. Las verduras se deshidrataban o se
conservaban en salmuera. Para la fruta, se utilizaba azúcar o miel, que ya era
conocida en culturas tan antiguas como en China o en Mesopotamia. Los romanos
preservaban el pescado sumergiendo en miel. Los árabes, en cambio, son
considerados como los precursores del confitado, y estos, con su conquista del
sur de Europa, llevaron la comida confitada hacia occidente.
Los primeros documentos que reseñan el uso de frutas
confitadas en Europa se remontan al Siglo XVI, época donde las frutas
confitadas tenían un tratamiento similar al de las especias. En España era muy
popular el diacitrón (el cual apareció en varios obras literarias del S. XVI).
En Italia, la furta confitada se convirtió en el ingrediente clave de algunos
de los más famosos dulces de su tradición culinario, entre los que destacan el
Panettone Milanés y la Cassata Siciliana.
Jengibre confitado
100 gr jengibre ya pelado
Almíbar:
200 ml agua
400 gr azúcar
Para cubrir:
Azúcar
Rebane delgado el jengibre, coloque en una olla y cubra
con agua. Ponga a hervir por al menos una hora o hasta que está suave, cuidando
que no se quede sin agua. Cuando esté suave, cuele el jengibre y reserve.
En una olla ponga el agua y el azúcar del almíbar y ponga
a fuego lento, moviendo hasta que se disuelva.
Cuando empiece a hervir agregue el jengibre reservado, cubrimos y
dejamos hervir a fuego lento por 50 minutos.
Destape y deje hervir por otros 50 minutos, o hasta que se haya
absorbido el almíbar.
Vierta el jengibre sobre papel encerado o papel vegetal,
y separe. Deje que enfríe y cúbralo con
el azúcar. Guarde en traste
hermético.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario