La mostaza es el nombre que se le da tanto a la planta
como a la semilla y a la salsa hecha con la semilla que se prepara de
diferentes formas. Lo curioso es que el
nombre clásico para denominarla en español era jenabe, que a su vez venía del
latín sinapi, que a su vez viene del griego con el mismo nombre, de ahí la
palabra sinapismos, que no es otra cosa que cataplasmas de mostaza aplicadas al
pecho como remedio de catarros y otras afecciones pulmonares.
El nombre como lo conocemos hoy aparece por primera vez
en Francia hacia el año 1220, derivada de la palabra latina “mustum”, así que
la primera constancia que se tiene del nombre es “moutarde”, los estudiosos de
las etimologías dicen que proviene del vocablo popular “mustum ardens” o lo que
es lo mismo que decir “mosto ardiente” por tener los romanos la costumbre de
añadir o diluir granos de mostaza en el jugo de la uva. Lo cierto es que en la misma época aparece en
castellano con el nombre de mostaza y en Italia con el de mostrada.
Parece que la mostaza es muy antigua y no se puede
precisar cuándo se tiene constancia de la primera cita de esta planta, pero ya
en el Nuevo Testamento, en una de las parábolas de Jesucristo, concretamente en
San Mateo, ( cap. XIII, versículo 31-32) dice: “Es semejante el reino de los
cielos a un grano de mostaza que toma uno y siembra en el campo. Y con ser la más
pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande de todas las
hortalizas y llega a hacerse un árbol, de suerte que las aves del cielo vienen
a anidar en sus ramas”.
Los griegos la utilizaban como planta para condimentar
sus platos y Pitágoras la recomendaba por creer que aumentaba la memoria y daba
alegría al espíritu, también se sabe que el botánico Teofrasto la cultivaba en
los jardines.
Los romanos la tenían tanto como planta medicinal, la
consideraban excelente contra los dolores de cabeza o como digestivo, y como
condimento, siendo Plinio el que nos indica que era un componente esencial en
la elaboración del famoso “moretum”. Los romanos la utilizaban en sus vinos
especiados y también confitaban en vinagre sus hojas.
Bueno, otro día hablaremos de la mostaza en la Edad Media
y en la época moderna, ahora me tengo que apurar a guisar si no ven a venir a
comer y no tengo lista la comida.
1 pollo entero
4 – 5 cucharadas de mostaza Dijon
3 dientes de ajo picado
1 cucharada de cebolla en polvo
3 cucharadas de tomillo
1 cucharadita de pimienta molida
Sal al gusto
Aceite de oliva
Precaliente el horno a 200°C. Lave el pollo y seque con toallas de
papel. En una charola de horno con papel
aluminio ponga el pollo. En un tazón
mezcle la mostaza, el ajo, la cebolla en polvo, las hojas de tomillo, la
pimienta en polvo y sal al gusto. Cubra
el pollo por dentro y por fuera con la mezcla de mostaza. Vierta unas 4 – 5 cucharadas de aceite de
oliva sobre el pollo y tape con el papel aluminio. Baje la temperatura del horno a 160°C y meta
el pollo al horno. Deje que se cocine
por 1 ½ horas. Verifique que el pollo
esté cocido y quite el papel aluminio, suba la temperatura a 200°C y deje que
el pollo se dore. Retire del horno y sirva
con lentejas a la francesa o con arroz con cebollín.
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