sábado, 19 de julio de 2014

Segundas partes si son buenas

En el año 2500 a.C. los chinos ya conocían la canela y, al principio, era más apreciada que el oro. En la antigua Arabia era una mercancía tan valiosa que solo los sacerdotes tenían derecho a recogerla. El primer manojo era ofrendado al sol y luego se utilizaba para encender el fuego sagrado en el altar donde el sumo sacerdote ofrecería el sacrificio.
Los antiguos egipcios empleaban canela para los embalsamamientos y para sus hechizos. En 1485 a.C. la Reina Hatshepsut fue informada del envío de barcos equipados hacia las tierras de Punt (Somalia) para traer incienso, canela y mirra. Según Heródoto crecía en lugares inaccesibles y protegidos por seres alados mas o menos fantásticos. 

En el Mar Mediterráneo fue introducida por los comerciantes fenicios y árabes desde islas situadas junto a Zanzíbar. Los fenicios bautizaron esta especia como guinnamon, transmiténdolo a los griegos y romanos que convirtieron su nombre en kinnamom y cinnamomum respectivamente.



Los romanos comerciaron con países como India o Ceylan e iniciaron el consumo de canela en su gastronomía al final de su etapa imperial, entre los siglos III y IV d.C introduciéndola en sus dominios a través de la ruta de la seda desde China hasta las zonas orientales de Europa y las colonias egipcias del Mar Rojo.

Los emperadores romanos utilizaban la canela como perfume ya que los seplasanii o perfumistas la vendían al pie del Capitolio.

Existen numerosas leyendas e historias que se dieron a conocer durante los últimos años de la Edad Media relacionadas con esta especia. Estas historias le dieron la idea a Marco Polo que Ceylan era el mejor lugar del munco para disfrutar la canela. No obstante parece que ocultó esta información para no entorpecer la situación privilegiada que en esos momentos (siglos XIII y XIV) ostentaba Venecia con relación a su comercialización y al desorbitado precio que ponían desde esta ciudad del norte de Italia a esta especia.



Durante la Edad Media era utilizada en el Viejo Continente en la cocina para darle sabor a natillas, guisados, sopas y estofados de ave. Actualmente se utiliza en platos orientales, cerdo, chutneys, postres, pastelería, licores, etc, pero además con ella se elaboraban cosméticos, bálsamos, medicinas contra la tos o la indigestión y perfumes.

En 1275 se registró por primera vez a la canela como producto de Ceilán, donde jugó un papel de vital importancia en el contacto entre Oriente y Occidente. Hasta ese momento se pensaba que todas las especias venían del Jardín del Edén, que se localizaba en medio del Eufrates. Cuando los portugueses llegaron a Ceilán en el año 1500 encontraron que la canela crecía en forma silvestre y en 1536 ocuparon el territorio principalmente para proveerse de esta especia. El rey de Ceilán fue obligado a pagar a los portugueses un tributo anual de 12,000 kilos de canela en rama.

Don Lourenco de Almeida se trasladó en 1506 a Ceilán iniciando una ocupación que se concretó en 1518 que se mantuvo hasta mediados del siglo XVII. Después de la conquista holandesa de Ceilán, los portugueses la introdujeron en Brasil y en África. En los siglos XVI y XVII la canela es la única mercancía que los marineros podían traer libremente de Oriente.
En 1796, la canela se convirtió en monopolio de la British East India Company, hasta 1833.



Bocaditos de canela

2 ¾ taza de harina
2 cucharadas de azúcar granulada
2 cucharadas de azúcar moscabada
1 cucharada de aceite
1 cucharadita de sal
1 taza de agua tibia
2 cucharaditas de levadura en polvo
Baño:
3 tazas de agua caliente
¼ taza de bicarbonato
Decoración:
½ taza de mantequilla derretida
½ taza de azúcar granulada
1 cucharada de canela molida

Caliente el horno a 200°C y engrase y enharine ligeramente las charols. En el tazón de la batidora ponga 2 ½ tazas de harina, la azúcar granulada, la azúcar moscabada, el aceite, la sal y la levadura en polvo, al poner a funcionar vaya agregando el agua tibia.  Cuando haya agregado toda el agua si la masa está todavía húmeda, agregue el resto de la harina, deje mezclar por unos minutos.  Vierta la masa en la mesa y amase por unos 5 minutos.  Ponga la masa en un tazón engrasado y gire la masa para que se engrase toda.  Deje reposar hasta que doble su volumen.
Divida la masa en 6 partes y con cada una de ellas forme un rollo.  Corte piezas de 2 cm y vaya colocando por tandas en el agua hirviendo con bicarbonato.  Cuando ponga los trocitos de masa en el agua se irán al fondo, en unos segundos subirán y retírelos del agua.  Acomode los trocitos de masa en las charolas preparadas y deje reposar.
Hornee por 10 – 12 minutos o hasta que estén ligeramente dorados.  Cuando salgan del horno barnice con la mantequilla derretida y espolvoree con la azúcar revuelta con la canela.  Sirva.

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