Se dice por ahí que el jamón nació
cuando un cerdo cayó y se ahogó en un arroyo cuyas aguas tenían un elevado
contenido de sal. El pobre cerdo fue
recogido por unos pastores que lo asaron, descubriendo que la carne salada
tenía un sabor muy agradable, especialmente en las patas delanteras y traseras. Desde entonces, cuando se sacrificaba un
cerdo, metían sus patas en sal hasta perfeccionar el sabor que le había dado la
naturaleza.
Es una bella historia, pero es solo eso, una historia. La realidad es
otra. Los orígenes del jamón se remontan
al Imperio romano y la necesidad de conservar los alimentos para que se
pudieran consumir todo el año, aun si antes de que llegaran a la
península Ibérica, ya se producían cantidades elevadas de cerdos y de jamones
por supuesto
Para ese entonces los peninsulares ya
comerciaban con aceite de oliva, vino y por supuesto jamones y embutidos.
El cerdo era tan valioso que, en la
época de Augusto y Agripa, crearon monedas romanas con la forma de un
jamón. También han aparecido figuras de
cerdos en medalla consulares usadas como distintivo militar de alguna legión.
En la época romana la matanza del
cerdo estaba a cargo del cocinero o “coquus”, el cual era siempre un esclavo
prestigioso, pero luego se fueron especializando y lo realizaban solo cocineros
específicos llamados “vicarius supra cenas”.
Para ellos la parte mas preciada era el
jamón que la consumían las personas mas ricas de la sociedad, aunque también
comían todas las otras piezas del cerdo pues es un animal que se aprovecha
todo.
El jamón serrano es un alimento
obtenido a partir de la salazón y secado al aire de las patas traseras del
cerdo. Cuando se habla de las patas
delanteras el nombre es paleta o paletilla.
El jamón serrano es diferente al jamón
cocido que recibe el nombre de jamón de York o jamón dulce.
Se llama serrano por la costumbre de
curar el jamón en parajes altos de las sierras donde las bajas temperaturas
facilitan la curación como los Pirineos o la Cordillera Cantábrica, donde el
clima frío y seco facilita la curación y dota al “pernil”, como se llamaba el
jamón hasta el siglo XIV, de ese sabor tan especial y característico.
Trufas de jamón serrano y arándanos
70 gr de jamón serrano
40 gr de arándanos secos
150 gr de queso crema
50 gr de requesón
Sal y pimienta negra al gusto
150 gr de cornflakes
Pique finamente el jamón serrano al
igual que los arándanos secos.
Bata el queso crema con el requesón e
integre el jamón serrano picado y los arándanos secos picados. Sazone con sal y pimienta al gusto. Deje reposar en el refrigerador cuando menos
1 hora.
Mientras tanto, en el procesador muela
los cornflakes a que queden un polvo fino.
Forme bolitas del tamaño deseado y
ruede por el polvo de cornflakes.
Vaya acomodando en un platón y
refrigere hasta el momento de servir.
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