jueves, 30 de enero de 2025

Ceviche de jícama y piña con hierbabuena


En la vasta diversidad de frutas y verduras que nos brinda la naturaleza, la jícama y la piña son dos protagonistas que, aunque originarias de diferentes lugares en América, comparten un hilo invisible que las entrelaza en una danza de sabores y nutrientes.

Imagina un mercado vibrante en alguna ciudad tropical, donde los colores y aromas se mezclan en un festín para los sentidos.  Entre los puestos repletos de productos frescos, la jícama y la piña se encuentran lado a lado, como si su destino estuviera intrínsicamente ligado.

La jícama, con su piel rugosa y su interior crujiente y jugoso, se muestra en todo su esplendor.  Originaria de México y América Central, esta raíz esculpida por la tierra nos regala su sabor suave y dulzón.  Es una fuente de fibra, vitaminas y minerales, una delicia fresca y saludable que a menudo se consume en ensaladas, salsas o simplemente cortada en bastones para disfrutar como un tentempié. Al lado, la piña, con su corona exótica y su pulpa jugosa, nos transporta a las tierras tropicales del sur de Brasil y Paraguay, su lugar de origen.  Con su mezcla única de dulzura y acidez, la piña es una fuente generosa de vitamina C, bromelina y antioxidantes.  Ya sea en rodajas frescas, en jugos refrescantes o como ingrediente estrella en platillos agridulces, la piña cautiva paladares con su sabor tropical.

Pero la conexión entre la jícama y la piña va mas allá de su presencia en el mismo mercado. En la cocina, se fusionan en ensaladas frescas y deliciosas, creando una sinfonía de texturas y sabores.  La jícama, con su crocantez, aporta un contraste perfecto a la jugosidad y dulzura de la piña.  Juntas, forman un dúo refrescante que eleva cualquier platillo a nuevas alturas gastronómicas.

Así, la jícama y la piña, provenientes de tierras lejanas pero unidas por el encanto de la naturaleza, nos invitan a explorar la diversidad culinaria y a disfrutar de la riqueza que ofrecen los productos frescos de la tierra.  En cada bocado, descubrimos como los hilos de la gastronomía conectan lugares distantes, creando armonía en nuestra mesa. 

 

Ceviche de jícama y piña con hierbabuena 

  • 1 cebolla morada picada
  • 1 chile serrano desvenado y picado
  • 1 taza jugo de naranja
  • 1 ramito cilantro picado
  • 1 ramito hierbabuena picada
  • 3 – 4 limones, jugo
  • ¼ taza aceite de oliva
  • Sal y pimienta al gusto
  • 1 jícama en cubos pequeños
  • 1 lata de piña en cubos pequeños

 

  1. En un tazón mezcle la cebolla, chile serrano, jugo de naranja, cilantro, hierbabuena, jugo de limón, aceite de oliva y sal y pimienta al gusto, revuelva bien. 
  2. Agregue la jícama y la piña y mezcle.  
  3. Refrigere hasta el momento de servir.

 

 

 


 

domingo, 26 de enero de 2025

Migas de cerdo

En todas las culturas se tienen formas diferentes de tratar con una “enfermedad” que es provocada por el exceso de bebidas alcohólicas horas antes.  Realmente llamarlo enfermedad está equivocado. Es más bien un estado en el que el organismo se deshidrata al ingerir alcohol ya que este inhibe la liberación de la vasopresina que es una hormona liberada por la hipófisis que envía señales a los riñones para que retengan líquidos, como consecuencia el alcohol aumenta la frecuencia para orinar y la pérdida excesiva de líquidos.

En algunos lugares ingieren agua con miel o alimentos dulces.  En otros lugares dicen que “se la curan” con unas cervezas.  Aquí en la Ciudad de México lo hacen con un guiso que se llama “migas”.  Existen muchas recetas de estas migas que despiertan los sentidos adormilados de los “crudos” pues la mezcla de chiles, epazote y cebolla crujiente crea una sinfonía de texturas y aromas que activan el paladar.  La intensidad del picante es como un llamado de atención, sacudiendo a los que lo toman de su letargo resacoso.

Dicen que con cada cucharada, este guiso desata una sensación revitalizante, como si cada ingrediente tuviera el poder de renovar la energía perdida durante la noche.  El guiso de carne jugosa y bien sazonada se combina con la frescura de los vegetales, y así crea una experiencia que va mas allá de satisfacer el hambre, es una cura reconfortante para el cuerpo y el alma.

Migas de cerdo

  • 4 bolillos
  • 1 k de cerdo, espinazo o maciza, al gusto
  • 4 – 6 huevos
  • 6 chiles guajillos
  • 4 chiles anchos
  • 3 dientes de ajo
  • ½ cebolla
  • Ramas de epazote
  • Orégano
  • 2 – 3 pimientas gorda
  • 3 clavos de olor
  • 5 – 6 jitomates
  • sal
  • Crema al gusto
  • Cebolla picada
  • Limones partidos

  1. Cueza la carne de cerdo en porciones con un pedazo de cebolla, un diente de ajo y sal al gusto, hasta que esté al punto.  
  2. Remoje los chiles en agua caliente. 
  3. Parta los bolillos en cubos, vierta un poco de caldo sobre ellos, solo a que queden un poco húmedos, acomode en una charola y hornee por 10 – 15 minutos o hasta que estén dorados. 
  4. En una olla aparte ponga a cocer los huevos hasta que estén duros, cuando se enfríen, quite el cascarón y corte por la mitad.
  5. Muela los chiles con los jitomates, el resto del ajo y de cebolla, orégano, pimienta gorda y clavos de olor, vacíe en una cacerola con aceite para que se fría y sazone con sal al gusto, agregue el caldo y la carne. 
  6. Revise el sabor y deje hervir hasta que se sazone. 
  7. Sirva en un plato hondo unos panes tostados, la carne, el caldo, el huevo duro adornado con crema, orégano seco, cebollita y si gusta unas gotas de limón.  Acompañe con cerveza

miércoles, 22 de enero de 2025

Cuadros de maracuyá

El maracuyá, cuyo nombre científico es Passiflora edulis, también conocido como fruta de la pasión, tiene sus orígenes en las selvas tropicales de América del Sur, especialmente la cuenca del Amazonas, donde las tribus indígenas lo valoraban por su distintivo sabor y propiedades medicinales.

Con el tiempo, los exploradores europeos quedaron fascinados por esta fruta exótica durante sus expediciones en el continente sudamericano, llevándola consigo en su regreso a Europa. Así se marcaría el inicio de la propagación del maracuyá por todo el mundo.

En el siglo XIX, el maracuyá se estableció como un cultivo importante en varias regiones tropicales, especialmente en países como Brasil, Colombia y Ecuador.  Su versatilidad en la cocina y su atractiva pulpa jugosa con semillas comestibles lo convirtieron en un ingrediente apreciado.  A medida que la globalización se expandía, el maracuyá encontró nuevos hogares en climas propicios, contribuyendo a su presencia en diversas cocinas y culturas. 

Hoy en día, es símbolo de la rica biodiversidad de América del Sur y una deliciosa adición a numerosas recetas en todo el mundo.  Su historia se entrelaza con la exploración, la diversidad cultural y la apreciación global de los sabores tropicales.

Al hacer y compartir esta receta de cuadros de maracuyá, siento que llevo conmigo la historia de su viaje desde las selvas hasta la cocina.

Cuadros de maracuyá

Base:

  • 170 gr mantequilla sin sal derretida
  • ¾ taza de coco seco
  • ½ taza de azúcar
  • 200 gr de harina

Relleno:

  • 1 lata leche condensada
  • ¼ taza jugo de limón
  • ½ taza pulpa de maracuyá colada

Cubierta:

  • ½ taza pulpa de maracuyá colada
  • 1 ½ cucharaditas grenetina
  • ¼ taza azúcar
  • ¼ taza agua fría
  • 1 cucharadita semillas maracuyá

 

Base: 

  1. Precaliente el horno a 180°C 
  2. Forre un molde cuadrado de 22 cm con papel de hornear. 
  3. En un tazón mezcle harina, coco, azúcar y la mantequilla derretida, vierta en el molde preparado y presione.  
  4. Hornee por 25 minutos.

 

Relleno: 

  1. Bata leche condensada, jugo de limón y la pulpa colada de maracuyá, vierta sobre la base horneada. 
  2. Hornee por otros 15 minutos hasta que esté firme. 
  3. Deje que se enfría antes de agregar la cobertura.

 

Cobertura: 

  1. Ponga la pulpa de maracuyá en una olla y esparza la grenetina en la superficie. 
  2. Deje que se hidrate por 5 minutos. 
  3. Caliente hasta que la grenetina se disuelva, agregue el azúcar hasta que se incorpore, no permita que la mezcla hierva. 
  4. Agregue el agua y añada la cucharadita de las semillas. 
  5. Mezcle bien, vierta sobre la preparación horneada. 
  6. Deje reposar hasta que se cuaje, alrededor de 2 horas, corte y sirva.


viernes, 17 de enero de 2025

Migas norteñas



 

En una ocasión que fui a Reynosa de fin de semana, mis amigos me dijeron que me llevarían a probar unas deliciosas migas norteñas que estaban para chuparse los dedos.  Nos preparamos y dirigimos a un restaurante que estaba de moda en esos días y dicho y hecho, pedimos nuestras migas norteñas.  

Mi mente se fue a volar y no me imaginaba que eran las migas norteñas. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me trajeron mi desayuno y pude ver con mis propios ojos lo que me habían platicado muchísimo.  Eran huevos revueltos con tortilla servidos con frijolitos y salsa.  Si estaban deliciosos, pero saben una cosa, desde mi pequeña infancia yo ya había comido este platillo pues mi mamá en algunas ocasiones nos daba huevos con tortilla para desayunar.  Así pasa, uno come las cosas de una manera común pero hay veces que esos platillos son unas delicias culinarias de otros lados.

La comida es así, tenemos los mismos ingredientes en todas partes y a veces algunos que son únicos de esa región, entonces las personas que los preparan hacen su magia y preparan platillos similares con un toque especial y único. 

Las migas norteñas tienen raíces en la cocina mexicana y reflejan la influencia de la cultura norteña en la gastronomía.  Se cree que este platillo se origino para aprovechas los ingredientes básicos como tortilla y huevos de una manera deliciosa y reconfortante.

En esta ocasión preparé unas migas simples que son con las tortillas y el huevo y otras compuestas que llevaban cebolla, jitomate y chile verde además de la tortilla y el huevo.



Migas norteñas

  • 4 tortillas de maíz
  • 4 cucharadas de aceite
  • 4 huevos
  • Sal al gusto

 

  1. Corte las tortillas en tiras pequeñas y fría en aceite hasta que queden completamente doradas,.
  2. Agregue los huevos batidos con un poco de sal al gusto y agregue a las tiras de tortilla. 
  3. Revuelva el huevo con las tiras de tortillas hasta que cuaje. 
  4. Sirva en un plato acompañado de frijoles al gusto, aguacate y queso.


domingo, 12 de enero de 2025

Espinacas gratinadas

Hace mucho tiempo, en las tierras de Persia, brotaba una planta de hojas verdes tan oscuras que parecían absorber la luz del sol.  Era la espinaca, conocida en aquellos tiempos como Esfenaj. Los persas apreciaban su sabor único y sus beneficios para la salud, atribuyéndole propiedades casi mágicas.

Con el tiempo, los árabes llevaron consigo esta planta a tierras lejanas, como España, durante el esplendor del califato. Fue entonces cuando la espinaca encontró un nuevo hogar y nombre en tierras hispanas.

Siglos después, en la Europa medieval, la espinaca se convirtió en un tesoro culinario.  Escritores y agrónomos la elogiaban, destacando su valor entre las hortalizas, incluso san Alberto Magno mencionó sus semillas en sus escritos del siglo XIII, reconociendo su importancia.

Con el paso del tiempo, la espinaca conquistó los campos de todo el continente europeo, extendiendo su reinado verde durante el Renacimiento y más allá.  Se adaptó a los rigores del invierno y al calor del verano, ofreciendo su frescura en todas las estaciones.

Pero la espinaca no estaba sola en su dominio vegetal. Otra planta, la espinaca de Nueva Zelanda, también buscaba su lugar en el mundo de las verduras.  Aunque no pertenecía al mismo género ni familia, su sabor y textura similares atraían a aquellos que buscaban variedad en sus platos.

Así la espinaca y su prima exótica compartían la atención de los cultivadores y los paladares curiosos, enriqueciendo la mesa con su presencia y sus nutrientes.  Desde los campos de Persia hasta los mercados de Europa, la espinaca había tejido una historia de sabor, salud y versatilidad que perduraría a través de los siglos.

Espinacas gratinadas

  • ½ kilo espinacas frescas
  • 150 gr requesón
  • 2 huevos
  • 100 gr queso parmesano rallado
  • 2 cucharadas de aceite
  • Pizca de nuez moscada
  • Sal y pimienta al gusto

  1. Precaliente el horno a 190°C, engrase y enharina un molde refractario cuadrado.
  2. Corte las espinacas en tiras finas, ponga en un tazón, agregue el requesón, los huevos, la nuez moscada y la mitad del parmesano, sazone con sal y pimienta. 
  3. Vierta la mezcla en el molde preparado.  Espolvoree con el parmesano restante. Hornee por 30 min. Sirva inmediatamente.

jueves, 9 de enero de 2025

Calabacitas horneadas con queso

Comer calabacitas proporciona varios beneficios para la salud, ya que son bajas en calorías y ricas en nutrientes. Son una fuente excelente de fibra, vitaminas A y C, así como de minerales como el potasio. Además, su contenido de antioxidantes puede ayudar a combatir el daño celular y promover la salud ocular.  El consumo regular de calabacitas también puede contribuir a mantener un peso saludable y favorecer la digestión.

Las calabacitas, también conocidas como zucchinis, tienen su origen en América Central y del Sur.  Su llegada a México se dio antes de la colonización europea y se integró en la dieta mexicana adaptándose a diversas preparaciones culinarias.  Hoy en día son un ingrediente común en nuestra cocina, utilizadas en platillos como guisos, sopas, ensaladas y porque no, también en panes y postres.

La palabra “zucchini” proviene del italiano, que significa calabacín.  Este término de adoptó en inglés para referirse a la variedad de calabacín de piel verde y forma alargadas.  También es conocida como calabacita italiana.


Calabacitas horneadas con queso

  • 7 – 8 calabacitas
  • 100 gr queso cheddar o manchego
  • 100 gr queso crema
  • 1 cucharada tomillo seco
  • 1 cucharadita ajo en polvo
  • 2 – 3 cucharadas aceite
  • ½ taza de mayonesa
  • Sal al gusto

 

  1. Lave y corte los rabos de las calabacitas. 
  2. Rebane y ponga en un tazón, agregue el aceite, ajo en polvo, la mitad del tomillo y sal deje marinar por al menos media hora. 
  3. En otro tazón ralle el queso manchego, agregue el queso crema, la mayonesa y bata, añada el resto del tomillo y revuelva.
  4. Precaliente el horno a 180°, prepare dos charolas con papel de hornear. 
  5. Ponga una cucharadita de la mezcla sobre las rebanadas de calabacita y acomode en las charolas preparadas.  
  6. Hornee hasta que estén doradas. Sirva tibias o frías.