jueves, 10 de julio de 2025

Pastel de cumpleaños




Aunque por algún tiempo hice casi nada de repostería, siempre me ha gustado hacer y regalar algo preparado. Siempre que iba a alguna reunión o a visitar a alguien, llevaba algo hecho por mí; un postre, bocadillo o lo que fuera.

Queda por entendido que, cuando se acercaba el cumpleaños de algún familiar o amigo, mi esposo era el encargado de llevar a la casa de nuestro ser querido, un pequeño pastel elaborado por mí, no importaba si hacían fiesta o no, ni tampoco si era entre semana o en fin de semana.

Por supuesto, cuando era el cumpleaños de alguien de aquí de casa, le hacía su pastel o el postre que le gustara más.  En ocasiones hacía el postre y de paso el pastel de cumpleaños.

Ahora que a estoy otra vez haciendo cosas en la cocina y como se acercaba el cumpleaños de uno de mis hijos, me dispuse a hornear este pastel de cumpleaños.  Realmente es un pastel muy rico, los panes quedan como panetelas.  Las panetelas son panes que venden en los mercados en Villahermosa, Tabasco, de donde soy oriunda.

Pastel de cumpleaños

  • 2 tazas harina
  • 1 ¼ cucharadita sal
  • 2 cucharaditas polvo para hornear
  • 4 huevos
  • 2 tazas azúcar
  • 1 cucharada vainilla
  • 1 taza leche
  • 60 gr mantequilla
  • 1/3 taza aceite

Cobertura

  • 1 ¼ tazas cocoa en polvo
  • 4 tazas azúcar glass
  • ¼ cucharadita sal
  • 1/3 taza agua caliente
  • 1 cucharada vainilla
  • 290 gr mantequilla suavizada

 

  1. Precaliente el horno a 175°C y engrase dos moldes de 23 o 25 cm. 
  2. Cubra con papel para hornear, vuelva a engrasar y enharinar.
  3. En un tazón mezcle harina, sal y polvo para hornear.  Reserve.  
  4. En el tazón de la batidora eléctrica bata los huevos, azúcar y vainilla hasta que cambien de color y espesen, aproximadamente 2 minutos. 
  5. Agregue los ingredientes secos y mezcle a mano, solamente hasta que se integre.
  6. En una olla, a fuego medio o en el microondas ponga la leche a que casi hierva, retire del fuego y agregue el aceite y la mantequilla y mezcle hasta que se integre bien.
  7. Lentamente, mezcle la preparación caliente al batido y revuelva suavemente, hasta que esté suave.  
  8. Divida la mezcla en los dos moldes preparados y hornee hasta que estén cocidos y las orillas se separen de los bordes, de 30 a 35 minutos.
  9. Retire los moldes del horno y deje enfriar a temperatura ambiente. 
  10. Saque los panes ya fríos de los moldes, desprenda el papel de hornear y divida cada pan en dos capas.
  11. Prepare la cobertura, ponga en el tazón de la batidora el polvo de cocoa, 1 taza de azúcar glass, sal y bata.  
  12. Agregue el agua caliente y la vainilla y raspe el fondo para que se integre todo bien.  
  13. Añada la mantequilla y el azúcar restante y bata hasta que quede cremosa y esponjosa. 
  14. En un platón ponga una pieza de pastel y cubra con la mezcla de chocolate, acomode el segundo piso del pan, y ponga chocolate, así como el tercer piso y cuando ponga el último piso del pastel cubra con el resto del chocolate, los bordes y arriba.
  15. Ponga el pastel en el refrigerador por al menos dos horas para que esté firme para rebanarlo.  Decore el pastel a su gusto.

 


viernes, 20 de junio de 2025

Aderezo de chile verde


Aderezo de chile verde

En la cocina mexicana, hablar de "chile verde" es evocar de inmediato una salsa sabrosa para tacos, con ese toque picante que realza cualquier antojo callejero. Pero hoy quiero compartirles algo diferente: un aderezo de chile verde, que aunque parte del mismo ingrediente principal, tiene una personalidad distinta. No está pensado para los tacos ni para las carnes asadas, sino para acompañar verduras cocidas, crudas o incluso coronar una ensalada con carácter.

La diferencia entre una salsa tradicional y un aderezo radica tanto en la textura como en el equilibrio de sabores. Las salsas para tacos suelen ser más intensas, con un picor directo y concentrado, pensadas para acompañar comidas de sabores fuertes. En cambio, un aderezo de chile verde debe ser más suave, más untuoso, menos agresivo. Y en este caso, además, tiene un detalle encantador: un toque dulce muy delicado que suaviza la intensidad del chile y redondea el sabor.

Este aderezo que preparé es fresco y vibrante. Tiene ese saborcito picante que nos encanta, pero con una dulzura sutil que lo convierte en un compañero ideal para unas calabacitas al vapor, un mix de lechugas, o unas papas cocidas. El equilibrio entre lo picante, lo ácido y lo dulce hace que cada bocado sea interesante sin opacar los demás ingredientes.

En casa lo usamos para acompañar ensaladas de nopales, o incluso para darle vida a unas zanahorias cocidas. También queda delicioso como baño final sobre un tazón de verduras al vapor o asadas. No solo suma sabor, sino que aporta color, brillo y un matiz inesperado. El chile verde, con ese guiño dulce, se transforma en un aliado versátil y elegante.

Porque así como hay mil formas de amar el chile, también hay mil formas de usarlo. Y esta es una que, sin duda, merece un lugar especial en nuestras cocinas. ¿Te animas a probarlo?

Aderezo de chile verde o jalapeño fresco

  • 6 chiles jalapeños
  • ¼ taza cilantro
  • ¼ taza perejil
  • 2 dientes de ajo picados
  • 2 cucharadas jugo de limón
  • 1 cucharada de azúcar, miel o agave
  • 1 – 2 cebollitas de cambray
  • Aceite de oliva al gusto
  • Puede quitar las semillas de los chiles para que no quede tan picoso.

  1. En el procesador de alimentos coloque los chiles sin semillas o al gusto y el resto de los ingredientes excepto el aceite de oliva.  
  2. Procese hasta que esté fino, pero aún en trozos, o si lo desea puede hacer un puré.
  3. Sirva en un frasco hermético y agregue el aceite de oliva al gusto, agite. 
  4. Guarde en el refrigerador.



miércoles, 21 de mayo de 2025

Dip de elote


Un dip es una preparación culinaria que consiste en una mezcla generalmente espesa o cremosa, diseñada para acompañar alimentos que se sumergen en ella antes de ser consumidos. Es común que los dips sean servidos con alimentos como vegetales crudos, chips, galletas, pan, o incluso carnes. Los ingredientes varían según la cultura y el tipo de dip, pero suelen incluir bases como queso, crema, yogurt, aguacate, legumbres o purés de verduras, a menudo combinados con hierbas, especias y otros condimentos para potenciar el sabor.

La historia del dip se remonta a las antiguas civilizaciones, donde las culturas solían mezclar ingredientes simples para realzar el sabor de los alimentos. Por ejemplo, los griegos antiguos utilizaban tzatziki, un dip hecho con yogurt, pepino y ajo, como acompañamiento para panes planos. En el Mediterráneo, los egipcios desarrollaron el hummus, una combinación de puré de garbanzos, tahini, ajo y limón, que sigue siendo popular hoy en día. Estas recetas, entre otras, demuestran que la idea de sumergir alimentos en salsas es milenaria.

El término "dip" proviene del inglés, que literalmente significa "sumergir". Su popularización en los países de habla inglesa ocurrió en el siglo XX, especialmente en los Estados Unidos, donde los dips se convirtieron en un elemento básico para reuniones y eventos sociales. La invención de las chips de maíz y las papas fritas impulsó la creación de dips específicos, como el queso con chile, la salsa ranch y la salsa de cebolla, que ganaron enorme aceptación en las décadas de 1950 y 1960.

En muchas culturas, los dips no solo se consideran acompañamientos, sino también elementos clave de la experiencia gastronómica. En México, por ejemplo, el guacamole, elaborado con aguacate, tomate, chile y limón, es una preparación icónica que se ha adoptado en todo el mundo. En el Medio Oriente, además del hummus, el baba ganoush, hecho con berenjenas asadas, es otro dip tradicional que refleja la riqueza culinaria de la región.

Hoy en día, los dips han evolucionado para adaptarse a diversos estilos de vida y preferencias alimenticias. Existen opciones veganas, bajas en grasa, altas en proteínas y libres de alérgenos para satisfacer las necesidades modernas. Además, los dips continúan siendo una forma creativa de experimentar con sabores e ingredientes de diferentes partes del mundo, lo que los convierte en una preparación culinaria versátil y universal.



Dip de elote

  • 2 tazas de granos de elote
  • ½ taza de cebolla picada fino
  • 4 chiles serranos picados fino
  • 2 dientes de ajo picado fino
  • ¼ taza mayonesa
  • 1 taza de queso cheddar rallado
  • 2 cucharadas de mantequilla
  • Sal y pimienta al gusto

 

  1. En una cucharada de mantequilla fría los granos de elote hasta que estén dorados, reserve. 
  2. En la mantequilla restante fría la cebolla, el ajo y el chile hasta que se acitrone, reserve.
  3. En un tazón mezcle los granos de elote dorado, la mezcle de chile, cebolla y ajo, agregue la mayonesa y el queso, reservando un poco para cubrirlos.  Revuelva
  4. Sazone con sal y pimienta.  Vierta en moldes para servir, espolvoree el queso que reservó.
  5. Hornee a 180°C hasta que dore, aproximadamente 15 – 20 minutos. Sirva acompañado de totopos o galletas saladas.
  6. Este dip se puede hacer por adelantado, se prepara todo justo hasta antes de entrar al horno. Tape, refrigere, cuando lo vaya a necesitar hornee por aproximadamente 35 – 40 minutos.

martes, 11 de marzo de 2025

Calabacitas asadas con salsa de requesón

Las calabacitas asadas con salsa de requesón son uno de esos platillos que, con su sencillez, conquistan el corazón de cualquiera que las pruebe. Imagina un día de verano en el que el aire huele a parrilla y las calabacitas frescas están listas para asarse, brillando con su color verde suave y un toque de aceite de oliva. El fuego lento las dora y forma una ligera costra que guarda su frescura y sabor. Los aromas se mezclan y es entonces cuando entra en escena la salsa de requesón, ligera y cremosa, que complementa a la perfección el dulzor natural de las calabacitas.
La preparación es simple pero llena de sabor. Mientras las calabacitas se doran, el requesón se mezcla con un chorrito de limón, un toque de ajo y hierbas frescas como cilantro o perejil, que le dan un toque de frescura inigualable. Al juntar todo, el contraste entre la textura suave del requesón y lo crujiente de las calabacitas asadas hace que cada bocado sea una verdadera delicia. Este platillo no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma.
Hay un hecho curioso relacionado con esta receta. Mi abuela solía prepararla cada vez que alguien en la familia estaba estresado o preocupado. Según ella, las calabacitas tenían el poder de "calmar los nervios" gracias a su forma redonda y suave, que simbolizaba equilibrio y paz. No sé si hay alguna verdad científica detrás de eso, pero lo que sí sé es que cada vez que las comemos, todos terminamos con una sonrisa en el rostro, más relajados y contentos.
Al final, las calabacitas asadas con salsa de requesón son más que un simple plato; son un recordatorio de lo maravilloso que puede ser lo simple cuando está bien hecho. Este plato te invita a disfrutar de los pequeños momentos, a saborear cada bocado y, quizás, a creer un poco en la magia que solo la comida casera puede brindar.


Calabacitas asadas con salsa de requesón

  • 4 calabacitas
  • Aceite de oliva la necesaria
  • Sal y pimienta al gusto
  • 50 gr de almendras tostadas en trozos                                           
  • Crema de requesón:
  • 250 gr requesón
  • 3 – 4 cucharadas de mayonesa
  • ½ limón, su jugo
  • 1 limón, su ralladura
  • Sal y pimienta al gusto
  • 1 diente de ajo picado fino

 

  1. Rebane las calabacitas a lo largo finamente y sazone con aceite de oliva, sal y pimienta y empiece a dorar en la parrilla.
  2. Mientras tanto, prepare la crema de requesón.  Mezcle el requesón con la mayonesa, jugo de limón, ajo picado, sal y pimienta, bata bien a que todo se integre.
  3. Sirva las calabacitas con la salsa de requesón y esparza las almendras tostadas.


jueves, 27 de febrero de 2025

Ensalada tibia de lentejas y queso


Las lentejas han sido un alimento fundamental en la dieta de muchas culturas a lo largo de la historia, pero su importancia trasciende lo puramente nutricional. Estas diminutas legumbres redondeadas están impregnadas de un simbolismo que varía según la región, aunque casi siempre están asociadas a la prosperidad, la abundancia y la buena suerte. Desde la antigüedad, su forma que recuerda a monedas y su capacidad para germinar rápidamente las han vinculado con ideas de riqueza y renovación.

En Italia, las lentejas ocupan un lugar especial durante la cena de Nochevieja. Se sirven junto con cotechino o zampone, dos tipos de embutidos tradicionales, como un ritual para atraer fortuna en el nuevo año. La creencia se basa en que cada lenteja simboliza una moneda, y al consumirlas, se espera que la abundancia financiera llegue en los meses siguientes. Esta tradición también se replica en algunos países de América Latina, donde llevar lentejas en los bolsillos o colocarlas sobre la mesa en Año Nuevo es un gesto para asegurar prosperidad.

Por otro lado, en las tradiciones judías sefardíes, las lentejas tienen una connotación diferente, ya que se consideran un alimento de duelo. Su forma redonda representa el ciclo infinito de la vida, y su consumo en momentos de pérdida es una manera simbólica de reflexionar sobre la continuidad y la transición. Este simbolismo no es exclusivo de la cultura judía; en varias sociedades antiguas, las lentejas también eran vistas como un alimento cargado de espiritualidad y renovación.

Además de su asociación con la fortuna y el ciclo de la vida, las lentejas se han utilizado como amuletos para atraer buena suerte y protección. Algunas personas creen que llevar un puñado de lentejas secas en una bolsa o esparcirlas en el hogar ayuda a alejar las energías negativas. Incluso en el mundo de los sueños, soñar con lentejas suele interpretarse como una señal de estabilidad financiera o de un período de crecimiento personal y económico.

Después de conocer estas fascinantes creencias alrededor de las lentejas, decidimos honrar su simbolismo preparando una deliciosa ensalada tibia de lentejas. Este platillo no solo es una celebración de su historia y significado, sino también una manera nutritiva y sabrosa de disfrutar su versatilidad. Cada bocado, lleno de sabor y textura, nos conecta con las tradiciones y el deseo de abundancia en nuestras vidas.

Ensalada tibia de lentejas y queso

  • 250 gr lentejas
  • 100 gr queso feta
  • 1 zanahoria
  • ½ cebolla
  • 1 diente de ajo
  • Hojas de albahaca y/o cilantro al gusto
  • 1 limón, su jugo y ralladura
  • Aceite de oliva
  • Sal y pimienta

  1. Cueza las lentejas durante 20 minutos en una allá grande con suficiente agua. 
  2. Mientras tanto, ralle la zanahoria, corte el queso en cubos pequeñitos, corte finamente la cebolla y el diente de ajo.
  3. Cuando las lentejas estén cocidas, escúrralas y vierta en una ensaladera grande añada y revuelva la zanahoria, el cilantro, la albahaca, el queso, la cebolla y el diente de ajo. 
  4. Vierta encima aceite de oliva al gusto, el jugo y ralladura de limón.  Sazone con sal y pimienta. Sirva tibia.

martes, 11 de febrero de 2025

Salbutes yucatecos

Los salbutes son una joya culinaria del sureste mexicano, especialmente de la Península de Yucatán, donde la riqueza gastronómica refleja siglos de historia y mestizaje cultural. Este antojito tradicional consiste en tortillas de maíz fritas en aceite o manteca, lo que les da una textura ligera, suave y ligeramente inflada. Se sirven con una variedad de ingredientes frescos como pollo o pavo deshebrado, lechuga o repollo, tomate, cebolla morada encurtida y, frecuentemente, chile habanero. Cada elemento del salbut cuenta una historia que conecta las raíces mayas con influencias europeas.

El origen de los salbutes está profundamente ligado a la cultura maya, donde el maíz era el centro de la dieta y la vida cotidiana. Los antiguos mayas ya dominaban la preparación de tortillas nixtamalizadas, que eran asadas o cocidas de manera sencilla. Aunque los salbutes tal como los conocemos hoy no existían, sus bases pueden rastrearse a esta tradición culinaria. La llegada de los españoles trajo consigo nuevas técnicas, como la fritura en manteca de cerdo, y nuevos ingredientes, como la cebolla y especias, que enriquecieron la cocina local.

El tomate, un ingrediente esencial en los salbutes, tiene su origen en Mesoamérica, donde era conocido como "xitomatl" en náhuatl. Los mayas y otras culturas precolombinas ya lo utilizaban en sus preparaciones. Sin embargo, tras el intercambio colombino, el tomate viajó a Europa, donde fue adoptado y transformado en nuevas variedades. Estas versiones regresaron más tarde a América, enriqueciendo aún más la cocina local. En los salbutes, el tomate cortado en rodajas acompaña los demás ingredientes, aportando frescura y un equilibrio de sabor.

A lo largo de los siglos, los salbutes evolucionaron gracias a la combinación de ingredientes y técnicas tanto locales como extranjeras. Mientras que los mayas aportaron la base de maíz y los sabores especiados, los colonizadores españoles contribuyeron con la fritura y nuevos complementos. Este mestizaje culinario dio lugar a un platillo versátil que se ha convertido en un ícono de la gastronomía yucateca. Además, los salbutes se distinguen de los panuchos, otro antojito popular, porque no llevan frijoles en su interior.

Hoy en día, los salbutes son un antojito indispensable en mercados, cenadurías y celebraciones de la región. Representan no solo una delicia gastronómica, sino también un puente entre el pasado y el presente. Cada bocado captura la historia de un pueblo que ha sabido preservar sus tradiciones al tiempo que incorpora influencias externas. Los salbutes son mucho más que comida; son un homenaje a la identidad cultural de la Península de Yucatán y un reflejo de la riqueza de la cocina mexicana.


Salbutes Yucatecos 

  • 1 k de masa de maíz nixtamalizada
  • 4 cucharadas de harina de trigo
  • 1 cucharada de sal
  • Agua tibia la necesaria
  • Carne deshebrada al gusto o puede ser cochinita pibil o el guisado de su preferencia
  • Col picada la necesaria
  • Cebolla rebanada
  • Chile habanero rebanado al gusto
  • Jugo de naranja el necesario
  • Jugo de limón el necesario
  • Sal al gusto
  • Jitomate rebanado
  • Salsa al gusto
  • Aceite el necesario

  1. Para preparar la masa, ponga la masa de maíz en un tazón y desmigaje con los dedos 
  2. Agregue la harina y la sal 
  3. Revuelva incorporando agua tibia poco a poco hasta que la mase se despegue del tazón y quede compacta. 
  4. Tape y deje reposar.
  5. Revuelva la cebolla, el chile, los jugos y sazone, deje reposar para que los sabores se asienten.
  6. Con la masa forme tortillas y fría en aceite caliente, deje que se inflen y se cuezan, ponga a escurrir el aceite. 
  7. Arme los salbutes.
  8. A cada tortilla ponga un poco del guisado que escogió, sirva cebolla preparada, col y jitomate, si desea ponga agregue salsa.
  9. Los salbutes no llevan frijoles, pero si lo desea puede poner una untada de frijoles en la tortilla frita.

 


jueves, 30 de enero de 2025

Ceviche de jícama y piña con hierbabuena


En la vasta diversidad de frutas y verduras que nos brinda la naturaleza, la jícama y la piña son dos protagonistas que, aunque originarias de diferentes lugares en América, comparten un hilo invisible que las entrelaza en una danza de sabores y nutrientes.

Imagina un mercado vibrante en alguna ciudad tropical, donde los colores y aromas se mezclan en un festín para los sentidos.  Entre los puestos repletos de productos frescos, la jícama y la piña se encuentran lado a lado, como si su destino estuviera intrínsicamente ligado.

La jícama, con su piel rugosa y su interior crujiente y jugoso, se muestra en todo su esplendor.  Originaria de México y América Central, esta raíz esculpida por la tierra nos regala su sabor suave y dulzón.  Es una fuente de fibra, vitaminas y minerales, una delicia fresca y saludable que a menudo se consume en ensaladas, salsas o simplemente cortada en bastones para disfrutar como un tentempié. Al lado, la piña, con su corona exótica y su pulpa jugosa, nos transporta a las tierras tropicales del sur de Brasil y Paraguay, su lugar de origen.  Con su mezcla única de dulzura y acidez, la piña es una fuente generosa de vitamina C, bromelina y antioxidantes.  Ya sea en rodajas frescas, en jugos refrescantes o como ingrediente estrella en platillos agridulces, la piña cautiva paladares con su sabor tropical.

Pero la conexión entre la jícama y la piña va mas allá de su presencia en el mismo mercado. En la cocina, se fusionan en ensaladas frescas y deliciosas, creando una sinfonía de texturas y sabores.  La jícama, con su crocantez, aporta un contraste perfecto a la jugosidad y dulzura de la piña.  Juntas, forman un dúo refrescante que eleva cualquier platillo a nuevas alturas gastronómicas.

Así, la jícama y la piña, provenientes de tierras lejanas pero unidas por el encanto de la naturaleza, nos invitan a explorar la diversidad culinaria y a disfrutar de la riqueza que ofrecen los productos frescos de la tierra.  En cada bocado, descubrimos como los hilos de la gastronomía conectan lugares distantes, creando armonía en nuestra mesa. 

 

Ceviche de jícama y piña con hierbabuena 

  • 1 cebolla morada picada
  • 1 chile serrano desvenado y picado
  • 1 taza jugo de naranja
  • 1 ramito cilantro picado
  • 1 ramito hierbabuena picada
  • 3 – 4 limones, jugo
  • ¼ taza aceite de oliva
  • Sal y pimienta al gusto
  • 1 jícama en cubos pequeños
  • 1 lata de piña en cubos pequeños

 

  1. En un tazón mezcle la cebolla, chile serrano, jugo de naranja, cilantro, hierbabuena, jugo de limón, aceite de oliva y sal y pimienta al gusto, revuelva bien. 
  2. Agregue la jícama y la piña y mezcle.  
  3. Refrigere hasta el momento de servir.